Los toros: cultura y tradición
Evolución
Las distintas manifestaciones taurinas que desde los siglos XI al XXI se han ido celebrando por todo la geografía peninsular española han forjado, poco a poco, el Patrimonio Histórico Cultural de más arraigo a lo largo de la dilatada Historia Nacional pues, desde el medievo, hasta la propia actualidad, no se concibió la festividad de cualquier fiesta local sin la celebración de festejos taurinos en cualquiera de sus diferentes tipologías.
En este sentido, se hace objetivamente necesario fijar los fundamentos culturales en los que se asienta la Tauromaquia, con el propósito de acallar las ignorantes voces de los que en muchas ocasiones, llevados de la mano de informaciones no contrastadas, campañas sensacionalistas y comentarios oportunistas, ensucian la imagen taurina de forma negativa, mostrándola y manipulándola como una fiesta salvaje y cruel no apta para la sociedad globalizadota imperante.
Moralistas, sin embargo, que se olvidan de aquella ingente cantidad de información de una realidad próxima y diaria vertida por ciertos programas de actualidad y tele-basura que, en todas las cadenas y en cualquier franja horaria, emiten imágenes narradas por presentadores con una nula formación cultura taurina donde la sangre, el sexo, las drogas, las desgracias, la violencia machista y la trágica cogida de un aficionado o un torero se siguen difundiendo a bombo, morbo y platillo.
En este sentido, se hace objetivamente necesario fijar los fundamentos culturales en los que se asienta la Tauromaquia, con el propósito de acallar las ignorantes voces de los que en muchas ocasiones, llevados de la mano de informaciones no contrastadas, campañas sensacionalistas y comentarios oportunistas, ensucian la imagen taurina de forma negativa, mostrándola y manipulándola como una fiesta salvaje y cruel no apta para la sociedad globalizadota imperante.
Moralistas, sin embargo, que se olvidan de aquella ingente cantidad de información de una realidad próxima y diaria vertida por ciertos programas de actualidad y tele-basura que, en todas las cadenas y en cualquier franja horaria, emiten imágenes narradas por presentadores con una nula formación cultura taurina donde la sangre, el sexo, las drogas, las desgracias, la violencia machista y la trágica cogida de un aficionado o un torero se siguen difundiendo a bombo, morbo y platillo.
Intelectuales a lo largo de la historia
Por todo ello está de nuestra mano, como así lo comprendieron nuestros intelectuales de todas las épocas, ayudar a descubrir, dignificar, defender y promocionar nuestra querida y maltrecha Fiesta Nacional pues, como dijo Fray Luis de León: “Las corridas están en la sangre del pueblo español y no pudieren ser suprimidas sin enfrentar una seria acción”.
Un rito que representa un activo cultural y una manifestación tradicional popular de primer orden como muy bien aludía Ortega y Gasset cuando comentaba a cerca del hecho de tener que pensar en serio sobre la Fiesta ya que “Durante generaciones fue tal vez la cosa que ha hecho felices a un mayor número de españoles”.
De igual modo, Federico García Lorca, poeta que fuera asesinado junto a un banderillero que fatídica noche de 1936 al ser abatido por los siempre incomprensibles fusiles de la sinrazón humana, nos dejó dicho que “la fiesta de los toros es la más culta que hay hoy en el mundo”, siendo “el toreo es, probablemente, la riqueza poética y vital mayor de España”. A estas palabras de ensalzamiento de la Fiesta Nacional contribuyen también los razonamientos filosóficos aportados por el siempre reconocido profesor Tierno Galván, cuando acercó su pensamiento para interpretar la Fiesta y recordarnos que “Los toros son el acontecimiento que más ha educado social, e incluso, políticamente, al pueblo español”, en su libro “Los toros acontecimiento nacional”. Y de nosotros los aficionados, ¿cuáles fueron sus palabras?
Según Tierno Galván, “El espectador de los toros se está continuamente ejercitando en la apreciación de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto, de lo bello y de lo feo. El que va a los toros es exactamente lo contrario de aquel aficionado a los espectáculos, de quien dice Platón que no tolera que le hablen de la belleza en sí, de la justicia en sí y de otras cosas semejantes. El espectador de los toros no es un mero, un simple aficionado a lo espectacular, ni tampoco exclusivamente un entusiasta de la exaltación embriagadora, es, mejor que todo esto un amante del conjunto del cual, en cuanto acontecimiento, es parte necesaria”.
Es cierto que muchos han sido los eruditos que han querido dedicar parte de sus obras a la temática que se encuentra en relación con la Tauromaquia, bien sea de forma directa o indirecta, no hay duda alguna que la mayoría de los autores que elogiaban este mundo intentó hacerse con la atención de su lector, pero siempre sin separarse de ese sentimiento simpatizante que él mismo despertaba por el mundo de los toros.
Un rito que representa un activo cultural y una manifestación tradicional popular de primer orden como muy bien aludía Ortega y Gasset cuando comentaba a cerca del hecho de tener que pensar en serio sobre la Fiesta ya que “Durante generaciones fue tal vez la cosa que ha hecho felices a un mayor número de españoles”.
De igual modo, Federico García Lorca, poeta que fuera asesinado junto a un banderillero que fatídica noche de 1936 al ser abatido por los siempre incomprensibles fusiles de la sinrazón humana, nos dejó dicho que “la fiesta de los toros es la más culta que hay hoy en el mundo”, siendo “el toreo es, probablemente, la riqueza poética y vital mayor de España”. A estas palabras de ensalzamiento de la Fiesta Nacional contribuyen también los razonamientos filosóficos aportados por el siempre reconocido profesor Tierno Galván, cuando acercó su pensamiento para interpretar la Fiesta y recordarnos que “Los toros son el acontecimiento que más ha educado social, e incluso, políticamente, al pueblo español”, en su libro “Los toros acontecimiento nacional”. Y de nosotros los aficionados, ¿cuáles fueron sus palabras?
Según Tierno Galván, “El espectador de los toros se está continuamente ejercitando en la apreciación de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto, de lo bello y de lo feo. El que va a los toros es exactamente lo contrario de aquel aficionado a los espectáculos, de quien dice Platón que no tolera que le hablen de la belleza en sí, de la justicia en sí y de otras cosas semejantes. El espectador de los toros no es un mero, un simple aficionado a lo espectacular, ni tampoco exclusivamente un entusiasta de la exaltación embriagadora, es, mejor que todo esto un amante del conjunto del cual, en cuanto acontecimiento, es parte necesaria”.
Es cierto que muchos han sido los eruditos que han querido dedicar parte de sus obras a la temática que se encuentra en relación con la Tauromaquia, bien sea de forma directa o indirecta, no hay duda alguna que la mayoría de los autores que elogiaban este mundo intentó hacerse con la atención de su lector, pero siempre sin separarse de ese sentimiento simpatizante que él mismo despertaba por el mundo de los toros.
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Rafael Alberti fue uno de esos escritores. Haciendo honor a su afición por los toros y valiéndose de su preciosa y admirada capacidad por expresarse de la manera más bella y elocuente. Este escrito admiraba al torero Joselito y se quedaba embelesado por la seguridad que demostraba en el albero de la plaza y por la y gracia juguetona que hacía que fuese “Joselito”; un maestro que demostraba su valentía cada vez que burlaba a la muerte. Y haciendo que estas cualidades que lo diferenciaban del resto de profesionales del toreo, lo hiciesen único en su tiempo.
De la misma manera, la mayoría de los escritores españoles de todos los tiempos se asomaron también al balcón de la Tauromaquia, caso de Góngora, Quevedo, Nicolás Fernández de Moratín, Lorca, Alberti, Antonio y Manuel Machado, Gerardo Diego, Manuel Chaves Nogales, Ortega y Gasset, Américo Castro, Ramón Pérez de Ayala, Salvador de Madariaga, José Benjamín, Camilo José Cela, y un largo etc… Y es que como decía Ramón Pérez de Ayala: “Los toros no pueden morir nunca. Moriría España”.
Esta identificación es la que nos hace primordialmente diferentes universalmente hablando; de ahí, el ataque de algunos nacionalismos extremos, caso del catalanismo mal entendido, que toman el rechazo a la Fiesta Nacional como una idea que simboliza su tan ansiada independencia de la soberanía del Estado español. Mas, como avala también el mismo literato: “Si los toros no se universalizan más es porque resulta imposible. Porque en todos los países no tienen la posibilidad de tener nuestras ganaderías”.
“Los toros son una arte y un drama”
Una corrida es una pintura de una belleza impar, en la que juegan papel decisivo el color y la luz cambiante. A la vez, es una obra maestra del arte escultórico y en ella son decisivos elementos del ballet, porque es una síntesis de color y movimiento. Y no cabe imaginar corrida de toros sin música.”
De la misma manera, la mayoría de los escritores españoles de todos los tiempos se asomaron también al balcón de la Tauromaquia, caso de Góngora, Quevedo, Nicolás Fernández de Moratín, Lorca, Alberti, Antonio y Manuel Machado, Gerardo Diego, Manuel Chaves Nogales, Ortega y Gasset, Américo Castro, Ramón Pérez de Ayala, Salvador de Madariaga, José Benjamín, Camilo José Cela, y un largo etc… Y es que como decía Ramón Pérez de Ayala: “Los toros no pueden morir nunca. Moriría España”.
Esta identificación es la que nos hace primordialmente diferentes universalmente hablando; de ahí, el ataque de algunos nacionalismos extremos, caso del catalanismo mal entendido, que toman el rechazo a la Fiesta Nacional como una idea que simboliza su tan ansiada independencia de la soberanía del Estado español. Mas, como avala también el mismo literato: “Si los toros no se universalizan más es porque resulta imposible. Porque en todos los países no tienen la posibilidad de tener nuestras ganaderías”.
“Los toros son una arte y un drama”
Una corrida es una pintura de una belleza impar, en la que juegan papel decisivo el color y la luz cambiante. A la vez, es una obra maestra del arte escultórico y en ella son decisivos elementos del ballet, porque es una síntesis de color y movimiento. Y no cabe imaginar corrida de toros sin música.”
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No nos detendremos tampoco en el papel que ha jugado la Tauromaquia dentro del resto de las artes y las ciencias como: la pintura, la escultura, la cerámica, el cine, la fotografía, el teatro, la antropología, la filosofía, la historia, la genética, la medicina taurina, la economía, el periodismo, la veterinaria, la ecología, las nuevas artes escénicas, la sociología o la propia arquitectura entre otras. Ni tampoco dejar de mencionar el impacto de la Fiesta entre los intelectuales foráneos y viajeros románticos del siglo XIX, hasta los más recientes, caso del cineasta Orson Wells o el premio Nobel de Literatua Ernets Hemingway.
Hasta aquí, algunas argumentaciones sobre las reflexiones y el pensamiento realizados por una pléyade de intelectuales que se acercaron a este bello Mundo de los Toros con veneración, enorme tolerancia y respeto como base para fundamentar los principios culturales de la Tauromaquia. Mientras que para aquellos más radicales y reacios de corte antitaurino, precisarles que sólo existe un argumento, de naturaleza ética, para defender la Fiesta frente a aquellos ataques externos como es “El ejercicio que supone esa pugna atávica de que un hombre libre lidie un toro íntegro”. Declaración que deja, a una parte, los argumentos históricos sobre las raíces originarias de la Tauromaquia que, como aviso para navegantes, según dice la conocida tonadilla popular de Ricardo Vega y Chueca: “Es una fiesta española, que viene de prole en prole y ni el Gobierno la abole ni habrá nadie que la abola”.
Una última manifestación que viene a referirse al hecho de que en la actualidad la Fiesta, además de no contar con el apoyo y la difusión de los medios de comunicación de masas, carece casi por completo del apoyo institucional y político del que da la impresión de no estar muy bien vista, a pesar de la importantísima fuente de ingresos que supone para el Estado, dando cobertura a un significativo colectivo laboral a través de miles de puestos de trabajo. Y es éste un concepto absurdo contra el que hay que luchar, pues la afición nació en el seno del pueblo entre personas de izquierda, de derechas, de centro, monárquicos o republicanos, pero españoles, en definitiva, que después traspasaría las fronteras nacionales ganando partidarios en todo Latinoamérica, Sur de Francia, Portugal y algunos que otros reductos europeos hasta llegar incluso a calar en la propia China y Japón.
Por tanto, no es el pueblo el que debe temer a sus gobiernos, sino los gobiernos los que deben temer al pueblo, como se redescubre a través de la Historia de España; pues la Fiesta, es algo que se ha mantenido viva por toso los españoles de todas las épocas. Inventada por ellos, unida a su Historia y a su forma de ser, hasta formar parte de nuestros sentimientos y maneras de entender la lidia de los toros. Y cuando se la desprecia, se la maltrata o se la abandona al ostracismo, se le hace daño a la propia cultura española.
Hasta aquí, algunas argumentaciones sobre las reflexiones y el pensamiento realizados por una pléyade de intelectuales que se acercaron a este bello Mundo de los Toros con veneración, enorme tolerancia y respeto como base para fundamentar los principios culturales de la Tauromaquia. Mientras que para aquellos más radicales y reacios de corte antitaurino, precisarles que sólo existe un argumento, de naturaleza ética, para defender la Fiesta frente a aquellos ataques externos como es “El ejercicio que supone esa pugna atávica de que un hombre libre lidie un toro íntegro”. Declaración que deja, a una parte, los argumentos históricos sobre las raíces originarias de la Tauromaquia que, como aviso para navegantes, según dice la conocida tonadilla popular de Ricardo Vega y Chueca: “Es una fiesta española, que viene de prole en prole y ni el Gobierno la abole ni habrá nadie que la abola”.
Una última manifestación que viene a referirse al hecho de que en la actualidad la Fiesta, además de no contar con el apoyo y la difusión de los medios de comunicación de masas, carece casi por completo del apoyo institucional y político del que da la impresión de no estar muy bien vista, a pesar de la importantísima fuente de ingresos que supone para el Estado, dando cobertura a un significativo colectivo laboral a través de miles de puestos de trabajo. Y es éste un concepto absurdo contra el que hay que luchar, pues la afición nació en el seno del pueblo entre personas de izquierda, de derechas, de centro, monárquicos o republicanos, pero españoles, en definitiva, que después traspasaría las fronteras nacionales ganando partidarios en todo Latinoamérica, Sur de Francia, Portugal y algunos que otros reductos europeos hasta llegar incluso a calar en la propia China y Japón.
Por tanto, no es el pueblo el que debe temer a sus gobiernos, sino los gobiernos los que deben temer al pueblo, como se redescubre a través de la Historia de España; pues la Fiesta, es algo que se ha mantenido viva por toso los españoles de todas las épocas. Inventada por ellos, unida a su Historia y a su forma de ser, hasta formar parte de nuestros sentimientos y maneras de entender la lidia de los toros. Y cuando se la desprecia, se la maltrata o se la abandona al ostracismo, se le hace daño a la propia cultura española.